Presentación del podcast de Atlas Obscura

En Cuba, no hay que buscar mucho para encontrar una heladería. Pero la envejecida ciudadela de los dulces fríos conocida como Coppelia es el Alfa y Omega de la moda de los helados cubanos.

Comisionado por Fidel Castro en un esfuerzo por llevar el sabroso fenómeno a su pueblo, el extenso y retro-moderno complejo de helados ha visto mejores días, pero sigue sirviendo miles de bolas cada día.

Situado en La Habana, Coppelia se construyó originalmente en 1966 a instancias del propio Castro, que estaba notoriamente interesado en los productos lácteos y pretendía producir más sabores de helado de calidad que Estados Unidos. De manera verdaderamente grandiosa, el complejo de helados se erigió en el emplazamiento de un antiguo hospital en el bullicioso barrio del Vedado y se diseñó para que pareciera una especie de OVNI, con largos radios de hormigón que irradiaban desde la parte superior de la estructura, rodeados por un parque y asientos variados que cubrían toda una manzana. Coppelia fue bautizada con el nombre de un ballet cómico del siglo XIX por Celia Sánchez, secretaria y confidente de Castro, que se encargó del proyecto. Nunca se ha hecho más realidad el sueño comunista de comer helado en las entrañas de una estilizada nave espacial.

En los primeros tiempos, Coppelia ofrecía 26 sabores diferentes, entre los que se encontraban delicias tan embriagadoras como el de naranja y piña, el de coco con almendras y el de moscatel. A menudo, los sabores se mezclaban y combinaban en helados de varios sabores de los que sus ansiosos clientes no se cansaban. Coppelia siguió creciendo y se abrieron otros locales por todo el país, pero la nave central nunca perdió su atractivo icónico.

A lo largo de los años, las mareas políticas han alterado la oferta de Coppelia de diferentes maneras, ya que el precio y la disponibilidad de los ingredientes aumentan y disminuyen, pero a través de todo ello, el sitio ha sobrevivido, convirtiéndose en un «parque del pueblo». En la década de 1990, cuando las fluctuaciones comerciales obligaron al país a decidir entre los recursos lácteos para la mantequilla o el helado, el helado se impuso.

Coppelia sigue sirviendo miles de bolas cada día a las hordas de personas que hacen cola para una «ensalada» (cinco bolas en un bol), muchas de las cuales piden más de una. Según algunos testimonios modernos, el número de sabores que se ofrecen suele ser de unos tres (de calidad variable), frente a los más de 50 que se ofrecían durante el apogeo de la tienda. Sin embargo, eso no ha frenado la popularidad de Coppelia. A pesar de todas las influencias políticas, sociales y económicas en la importancia de Coppelia, la verdad es que: Cuba está de moda, y los helados no.

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