Historia de Honduras (hasta 1838)
La expansión de la colonización y el crecimiento de la mineríaEditar
La derrota de la revuelta de Lempira, el establecimiento del obispado (primero en Trujillo, luego en Comayagua después de la muerte de Pedraza), y la disminución de las luchas entre las facciones españolas rivales contribuyeron a la expansión de los asentamientos y al aumento de la actividad económica en la década de 1540. Se desarrollaron diversas actividades agrícolas, como la ganadería y, durante un tiempo, la recolección de grandes cantidades de raíz de zarzaparrilla. Pero la actividad económica clave de la Honduras del siglo XVI fue la extracción de oro y plata.
Los centros mineros iniciales se ubicaron cerca de la frontera con Guatemala, en los alrededores de Gracias. En 1538 estas minas producían cantidades importantes de oro. A principios de la década de 1540, el centro minero se desplazó hacia el este, al Valle del Río Guayape, y la plata se unió al oro como producto principal. Este cambio contribuyó al rápido declive de Gracias y al ascenso de Comayagua como centro de la Honduras colonial. La demanda de mano de obra también provocó nuevas revueltas y aceleró el diezmo de la población nativa. Como resultado, se introdujo la esclavitud africana en Honduras, y en 1545 la provincia podría haber tenido hasta 2.000 esclavos. Otros depósitos de oro se encontraron cerca de San Pedro Sula y del puerto de Trujillo.
A finales de la década de 1540, Honduras parecía dirigirse hacia una relativa prosperidad e influencia, un desarrollo marcado por el establecimiento en 1544 de la audiencia regional de Guatemala con su capital en Gracias, Honduras. La audiencia era una unidad gubernamental española que abarcaba funciones judiciales y legislativas y cuyo presidente tenía los títulos adicionales de gobernador y capitán general (de ahí el nombre alternativo de Capitanía General de Guatemala). La ubicación de la capital fue amargamente resentida por los centros más poblados de Guatemala y El Salvador, y en 1549 la capital de la audiencia fue trasladada a Antigua, Guatemala.
La producción minera comenzó a declinar en la década de 1560, y Honduras disminuyó rápidamente su importancia. La subordinación de Honduras a la Capitanía General de Guatemala se había reafirmado con el traslado de la capital a Antigua, y el estatus de Honduras como provincia dentro de la Capitanía General de Guatemala se mantendría hasta la independencia. A partir de 1569, nuevas explotaciones de plata en el interior reactivaron brevemente la economía y llevaron a la fundación de la ciudad de Tegucigalpa, que pronto empezó a rivalizar con Comayagua como la ciudad más importante de la provincia. Pero el auge de la plata alcanzó su punto máximo en 1584, y la depresión económica volvió poco después. Los esfuerzos mineros en Honduras se vieron obstaculizados por la falta de capital y mano de obra, la dificultad del terreno, el tamaño limitado de muchos yacimientos de oro y plata, y las regulaciones burocráticas y la incompetencia. El mercurio, vital para la producción de plata, escaseaba constantemente; una vez se perdió el suministro de todo un año por la negligencia de los funcionarios. En el siglo XVII, Honduras se había convertido en un remanso pobre y descuidado del imperio colonial español, con una población dispersa de mestizos, nativos, negros y un puñado de gobernantes y terratenientes españoles.
Sociedad, economía y gobierno colonialesEditar
Aunque la minería proporcionaba gran parte de los limitados ingresos que Honduras generaba para la corona española, la mayoría de los habitantes se dedicaban a la agricultura. Sin embargo, los intentos de promover las exportaciones agrícolas tuvieron un éxito limitado, y la mayor parte de la producción se mantuvo en un nivel de subsistencia. En todo caso, la provincia se volvió más rural durante los siglos XVII y XVIII. Como resultado del declive económico o de los ataques extranjeros, varios gobiernos municipales simplemente dejaron de funcionar durante este período.
La industria ganadera fue probablemente la actividad agrícola más importante. Gran parte de la industria ganadera era a pequeña escala, pero para 1714 seis hacendados en las áreas de los actuales departamentos de Yoro y Olancho poseían más de 1,000 cabezas de ganado cada uno. Algunas de las reses se llevaban a Guatemala para su venta. Estas ventas, sin embargo, ocasionalmente producían escasez de carne en Honduras y provocaban conflictos entre los funcionarios provinciales guatemaltecos y hondureños.
Mucho del interior de Honduras permaneció sin colonizar y fuera del control efectivo de los españoles durante la época colonial. Los jicaques, al huir a las colinas, lograron conservar una considerable autonomía cultural. Otros grupos indígenas, sin embargo, se vieron cada vez más sometidos a la influencia española y empezaron a perder sus identidades separadas. Esta asimilación se vio facilitada por las expediciones ocasionales de funcionarios gubernamentales y eclesiásticos a nuevas zonas. Una de estas expediciones a Yoro en 1689 encontró cuarenta aldeas de nativos que vivían fuera del control español efectivo.
Para finales del siglo XVII, gobernar Honduras se había convertido en una tarea frustrante e ingrata. Sólo Comayagua, con 144 familias, y Tegucigalpa, con 135, tenían más de 100 colonos españoles. La provincia apenas contaba con educación o cultura. La falta de buenos puertos, especialmente en la costa del Pacífico, limitaba los contactos con el mundo exterior. Siempre que era posible, los colonos españoles obligaban a los nativos a trasladarse a la zona de Tegucigalpa, donde estaban disponibles para trabajar en las minas. Sin embargo, el reasentamiento ilegal y la corrupción en la industria minera -donde se utilizaban todas las artimañas posibles para evitar el pago de impuestos- crearon una serie de problemas constantes para las autoridades coloniales. El contrabando, especialmente en la costa caribeña, también era un grave problema.
A principios del siglo XVIII, la dinastía de los Borbones, vinculada a los gobernantes de Francia, sustituyó a los Habsburgo en el trono de España y trajo el cambio a Honduras. La nueva dinastía inició una serie de reformas en todo el imperio destinadas a hacer más eficiente y rentable la administración y a facilitar la defensa de las colonias. Entre estas reformas estaba la reducción del impuesto sobre los minerales preciosos y del coste del mercurio, que era un monopolio real. En Honduras estas reformas contribuyeron a la reactivación de la industria minera en la década de 1730. Los esfuerzos por promover la industria tabacalera hondureña como monopolio real resultaron menos eficaces y encontraron una fuerte oposición local. Lo mismo ocurrió con los planes para mejorar la recaudación de impuestos. Finalmente, los Borbones abolieron la mayoría de las unidades locales de gobierno corruptas, sustituyéndolas en 1787 por un sistema de intendencias (nombre de la nueva unidad local y también de su administrador, un funcionario real que supervisaba la recaudación de impuestos y los asuntos comerciales, controlaba los precios y el crédito, y ejercía algunas funciones judiciales).
Rivalidad anglo-españolaEditar
Un problema importante para los gobernantes españoles de Honduras fue la actividad de los ingleses a lo largo de la costa norte del Caribe. Estas actividades comenzaron a finales del siglo XVI y continuaron hasta el siglo XIX. En los primeros años, corsarios (piratas) holandeses e ingleses atacaron la costa caribeña, pero con el paso del tiempo la amenaza provino casi exclusivamente de los ingleses. En 1643, una expedición inglesa destruyó la ciudad de Trujillo, el principal puerto de Honduras, dejándola prácticamente abandonada durante más de un siglo.
Por muy destructivas que fueran, las expediciones de asalto eran un problema menor que otras amenazas. A partir del siglo XVII, los esfuerzos ingleses por plantar colonias a lo largo de la costa caribeña y en las Islas de la Bahía amenazaron con aislar a Honduras del Caribe y plantearon la posibilidad de la pérdida de gran parte de su territorio. El esfuerzo inglés en la costa hondureña dependía en gran medida del apoyo de grupos conocidos como los zambo y los miskito, pueblos racialmente mezclados de ascendencia nativa americana y africana que solían estar más que dispuestos a atacar los asentamientos españoles. Los colonos británicos estaban interesados sobre todo en el comercio, la explotación maderera y la producción de brea. Sin embargo, durante las numerosas guerras del siglo XVIII entre Gran Bretaña y España, la corona británica consideró deseable cualquier actividad que desafiara la hegemonía española en la costa caribeña de Centroamérica.
Se establecieron importantes asentamientos británicos en Cabo Gracias a Dios y al oeste en la desembocadura del Río Sico, así como en las Islas de la Bahía. En 1759 un agente español estimó que la población en la zona del Río Sico era de 3.706 habitantes.
Bajo los Borbones, el revitalizado gobierno español realizó varios esfuerzos para recuperar el control de la costa caribeña. En 1752 se construyó un importante fuerte en San Fernando de Omoa, cerca de la frontera con Guatemala. En 1780 los españoles regresaron con fuerza a Trujillo, que empezaron a desarrollar como base para las expediciones contra los asentamientos británicos al este. Durante la década de 1780, los españoles recuperaron el control de las Islas de la Bahía y expulsaron a la mayoría de los británicos y sus aliados de la zona de Black River. Una expedición británica reconquistó brevemente Black River, pero los términos de la Convención Anglo-Española de 1786 reconocieron definitivamente la soberanía española sobre la costa del Caribe.
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