Toxicología forense
La toxicología forense se ha desarrollado como ciencia forense en los últimos años y ahora se utiliza ampliamente para ayudar en las investigaciones de muertes, en asuntos civiles y penales relacionados con el consumo de drogas, en las pruebas de drogas de abuso en entornos penitenciarios y en la medicina de custodia, en la seguridad vial y en el lugar de trabajo, en asuntos relacionados con la contaminación ambiental, así como en el dopaje deportivo. Las drogas más comunes son las anfetaminas, las benzodiacepinas, el cannabis, la cocaína y los opiáceos, pero pueden ser cualquier otra sustancia ilícita o casi cualquier medicamento de venta libre o recetado, así como los venenos disponibles en la comunidad. Esta disciplina requiere un alto nivel de destreza en técnicas analíticas con un sólido conocimiento de farmacología y farmacocinética. Las técnicas modernas se basan en gran medida en los análisis de cribado por inmunoensayo y en la espectrometría de masas (EM) para los análisis de confirmación, utilizando la cromatografía líquida de alto rendimiento o la cromatografía de gases como técnica de separación. La EM en tándem se ha hecho cada vez más popular en comparación con la EM de una sola etapa. Es esencial que los sistemas analíticos estén totalmente validados y sean adecuados para su propósito, y que los lotes de ensayos se supervisen con controles de calidad. Los programas de aptitud externos supervisan tanto el ensayo como el personal que lo realiza. Para que un laboratorio actúe de forma óptima, es vital que se conozcan las circunstancias y el contexto del caso y que el laboratorio comprenda las limitaciones de los sistemas analíticos utilizados, incluida la estabilidad del fármaco. Las drogas y los venenos pueden cambiar de concentración postmortem debido a la mala o desigual calidad de la sangre y otras muestras, al metabolismo anaeróbico y a la redistribución. Esto último supone el mayor hándicap en la interpretación de los resultados postmortem.
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