Todo lo que quieres está al otro lado del miedo
No es la primera vez que le hago una pregunta a un desconocido.
Aunque no se ha vuelto realmente más fácil, ahora dudo menos y tengo más confianza cuando pregunto. En todo caso, es porque me he dado cuenta de que la mayoría de mis temores son infundados.
No hay nada malo en preguntar a alguien y si consideras todos los escenarios que podrían suceder, realmente no es tan malo.
La mujer podría haberme hecho callar y decirme que estaba hablando por teléfono. No lo estaba, pero si lo estaba, habría sido una falta de supervisión por mi parte por no darme cuenta y algo por lo que debería disculparme.
La mujer podría haberme dicho que no era de mi incumbencia, lo cual es cierto en ese sentido, pero me ayudaría a aliviar los remordimientos que habría tenido por no preguntar porque, de todas formas, ¿por qué querría llevar el mismo par de zapatos que un idiota?
La mujer podría haberme agradecido el cumplido y decirme alegremente dónde había conseguido sus zapatos, cosa que hizo, y resultó en una situación en la que ambos salimos ganando.
Jamie Foxx tiene una cita que pregunta: «¿Qué hay al otro lado del miedo?» y la respuesta es «nada». Y tiene toda la razón. No hay nada al otro lado del miedo.
Muchos de nosotros nos preocupamos por lo que podría pasar, por los peores escenarios, pero rara vez suceden así. E incluso si lo hacen, habría sido una experiencia realmente buena, una lección de vida de la que aprender y progresar.
Yo entré en mi relación pasada con la mayor de las expectativas positivas: de todos mis amigos, me consideraba la más afortunada. Me querían, me cuidaban y me mimaban, hasta que dejaron de hacerlo. El desenredo de la relación fue gradual, pero se sintió instantáneo y cuando mi relación de 9 años y medio terminó, fue el peor escenario. Me quedé con el corazón roto, destrozada, sola y abandonada en China.
Pero aprendí a recuperarme de ello y a reconstruir gradualmente mi vida como quería. En cierto modo, estoy agradecida porque, de no haber sido por una experiencia tan traumática, nunca habría empezado a escribir.
Y escribir aquí para ti, en este mismo momento, es el resultado de haber mirado más allá de mis miedos infundados. Odiaba escribir; me daba miedo: miedo a ser una escritora terrible, miedo a cometer errores y, mi mayor temor en ese momento, miedo a expresarme, a permitirme ser vulnerable y a que la gente se riera de mí o se burlara de mi relación pasada.
Mis peores temores nunca ocurrieron. En cambio, la gente me apoyó de verdad y, gracias a su estímulo, me convertí en la escritora que nunca había soñado llegar a ser.
El miedo nos frena a la mayoría, pero si realmente nos tomamos el tiempo de preguntarnos «¿qué hay al otro lado del miedo?», nos daremos cuenta de que hay menos cosas que temer de las que pensábamos.
Leave a Reply