Sistema de Información Geográfica

Sistemas de Información Geográfica como herramienta para la evaluación ambiental

Los sistemas de información geográfica (SIG) se han convertido en una herramienta estándar para su uso en la evaluación y el análisis del medio ambiente debido a la complejidad y el volumen de la información ahora disponible. En las últimas décadas, el aumento de la demanda de almacenamiento, análisis y visualización eficientes de datos medioambientales ha llevado al uso de ordenadores y al desarrollo de sofisticados sistemas de información. Los SIG permiten a los usuarios visualizar y comparar datos espaciales de una ubicación geográfica para un conjunto de objetivos concreto, y pueden permitir la elaboración de modelos de impacto. La combinación de los SIG con fuentes de datos asociadas, como las imágenes de teledetección, es ahora habitual en la vigilancia y evaluación del medio ambiente. La capacidad de gestionar conjuntos voluminosos de datos de diferentes orígenes, formatos y escalas permite a los analistas abordar los estudios ambientales de diferentes maneras (Silveira et al., 1996).

Los SIG rudimentarios se desarrollaron a finales de la década de 1960 y a mediados de la década de 1970 ya se utilizaban para el análisis del impacto ambiental. La técnica de superposición, analizada en el capítulo 6, se informatizó a principios de la década de 1970 y se utilizó por primera vez para ubicar líneas eléctricas y carreteras. Las mejoras en los SIG permitieron su uso para la evaluación y el análisis medioambiental (Haklay et al., 1998). La aplicación de los SIG al análisis medioambiental sigue creciendo.

El uso de un SIG como herramienta de modelización medioambiental permite a los modelizadores incorporar capacidades de bases de datos, visualización de datos y herramientas analíticas en un único entorno integrado. Sin embargo, aunque los SIG se utilizan ampliamente como herramientas en la evaluación ambiental, su uso se limita en gran medida a las funciones básicas de los SIG, como la producción de mapas, la superposición y la amortiguación (Haklay et al., 1998). Este uso por sí solo no aprovecha al máximo las capacidades de análisis espacial y modelización de un SIG. Las futuras aplicaciones de los SIG en la evaluación ambiental seguirán evolucionando desde el simple almacenamiento y visualización de datos hasta la inclusión de capacidades más sofisticadas de análisis de datos y modelización que permitan comparar cursos de acción alternativos. Un ejemplo podría ser la evaluación de la compatibilidad de una actividad propuesta con los suelos y la vegetación en varios lugares posibles del proyecto. Mientras que las simples superposiciones pueden mostrar la intersección de varios elementos, los programas avanzados de SIG son capaces de evaluar y clasificar la idoneidad de muchos factores simultáneamente. El desarrollo de SIG inteligentes para apoyar las decisiones de análisis espacial desempeñará un gran papel en la investigación medioambiental en el futuro (Silveira et al., 1996).

Los SIG proporcionan una herramienta especialmente útil en las predicciones de modelos complejos. Los SIG actuales gestionan los datos mediante cuatro procesos. La codificación es el proceso de creación de abstracciones digitales del mundo real, el almacenamiento es la capacidad de manejar eficazmente estos datos, el análisis es la correlación de los datos espaciales con las variables y, finalmente, los resultados se muestran a través de un proceso de visualización. Los SIG también hacen un seguimiento de los metadatos, o «datos sobre los datos». Para que los modelizadores aprovechen al máximo las capacidades de un SIG en la modelización compleja, la integración de los dos sistemas debe estar estrechamente acoplada (Karimi et al., 1996).

Aunque el uso de los SIG en el análisis del impacto ambiental proporciona muchas ventajas, hay varios factores que pueden limitar su aplicabilidad. Muchas de estas limitaciones están relacionadas con la economía. La recopilación de los datos necesarios, el establecimiento de un SIG y el análisis de los resultados del sistema exigen una cantidad de tiempo y costes considerable. Además, se necesita personal especializado para el funcionamiento y el mantenimiento de un SIG. La información de un SIG se queda rápidamente anticuada («los números del año pasado»), y el supervisor del SIG debe estar dispuesto a comprometerse con un esfuerzo continuo, y a menudo costoso, de recopilación e introducción de datos. Esto es especialmente importante si se ha producido un cambio a gran escala en el entorno, como el causado por un incendio forestal, un cambio de población de la fauna o la expansión residencial suburbana. Los programas informáticos de los SIG están sujetos a actualizaciones, retoques, virus y errores, y los equipos informáticos de los SIG suelen ser caros y delicados de mantener. Cuando se utiliza un SIG para preparar una evaluación de impacto, el personal debe tener conocimientos técnicos no sólo sobre el sistema informático, sino también sobre las cuestiones medioambientales que abordaría. Las preocupaciones económicas pueden ser especialmente relevantes a la hora de utilizar un SIG para el análisis de impactos, ya que los estudios de impacto ambiental suelen ser realizados por consultores privados que operan en un mercado muy competitivo en cuanto a costes (Haklay et al., 1998).

Además de las limitaciones económicas, existen otras preocupaciones relacionadas con el uso de SIG u otras ayudas informáticas para el análisis de impactos. La falta de datos, el coste de obtenerlos y su nivel de precisión suelen reducir la aplicabilidad de los SIG a proyectos de bajo coste y pequeña escala. Además, como ocurre con muchos sistemas muy técnicos, existe el peligro de la «visión de túnel». Es fácil que el usuario asuma que todos los factores y consideraciones se han tenido en cuenta dentro del sistema. En consecuencia, los usuarios pueden pasar por alto otros factores que son esenciales para el entorno local y que no están cubiertos por el conjunto de datos del SIG que se utiliza. Del mismo modo, como ocurre con muchas herramientas basadas en expertos, existe el peligro de que el usuario vea el sistema como una «caja negra». El sistema toma entradas y genera salidas; el proceso de razonamiento se ha ocultado dentro del sistema, y el proceso interno puede ser desconocido, lo que hace que no se consideren plenamente sus posibles deficiencias. Además, los juicios y valores individuales se han interiorizado en el software del sistema. Los conjuntos de parámetros medioambientales contienen «hechos» (datos reales o, a veces, estimaciones) recogidos por diversos especialistas. Las decisiones sobre la información que debe incluirse en estas bases de conocimiento se basan en los juicios de los individuos. Estas elecciones reflejarán valores individuales y regionales, así como criterios relacionados con la especialización de los expertos implicados. El uso de sistemas informáticos no permite que estas elecciones sean examinadas abiertamente por el usuario o los revisores; la información se almacena en el ordenador. Además, algunos conjuntos de datos pueden contener datos espaciales sensibles cuya divulgación pública no está permitida, como la localización de yacimientos arqueológicos. Estos datos son necesarios para preparar el análisis, pero no deben ser visibles para los observadores que no tengan necesidad de conocerlos. En general, el creciente uso de la tecnología para procesar grandes cantidades de datos está estableciendo una barrera entre el usuario y el proceso de identificación de impactos. El peligro es que los usuarios tomen sin rechistar los resultados de los sistemas expertos y actúen en consecuencia sin comprender el proceso ni considerar cuidadosamente la aplicación de los resultados (Morgan, 1998).

En resumen, aunque se comprende el potencial de los SIG para los análisis de impacto ambiental, la aplicación real de las capacidades analíticas de los SIG sigue evolucionando. Un SIG funciona bien para una ubicación federal grande y establecida, como un parque o un centro de investigación, con un compromiso de misión a largo plazo y una línea de base medioambiental relativamente estable. No funciona tan bien para los análisis programáticos, las propuestas con lugares de aplicación dispersos o las acciones de la agencia propuestas para zonas con una información de referencia medioambiental mínima. Sólo un pequeño número de organismos y consultores poseen el complemento completo de habilidades y recursos para realizar análisis a este nivel superior. Un uso más amplio de este enfoque requerirá mejoras dentro de los SIG, así como el desarrollo de un mayor nivel de conocimientos del personal y una reducción significativa del tiempo y el coste necesarios para ello. Cabe esperar que estos problemas constituyan una limitación especialmente importante para el uso habitual de las técnicas avanzadas de los SIG, teniendo en cuenta los estrictos plazos y los elevados costes que suelen aplicarse al análisis del impacto ambiental. Sin embargo, con la mejora de estos factores limitantes, gran parte del proceso de evaluación de impactos podría automatizarse en gran medida gracias a avances como el uso de bases de datos locales o regionales universales disponibles para todos los usuarios y herramientas analíticas estandarizadas desarrolladas específicamente para este fin. Con el tiempo, los SIG pueden ser el mejor aliado del profesional del impacto ambiental.

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