Sistema Americano de Manufacturas
(siglo XIX)
El Sistema Americano de Manufacturas llamó la atención internacional en la Gran Exposición de la Industria de Todas las Naciones, en Londres, de 1851, y reflejó los rápidos avances en tecnología e industrialización que se estaban produciendo desde hacía varias décadas en Estados Unidos. Los Estados Unidos ganaron más premios en proporción al número de sus exposiciones en la exposición que cualquier otra nación participante. Entre ellas, la cosechadora McCormick, las máquinas de coser, los relojes y el revólver Colt. Las exposiciones americanas fueron tan sorprendentes e innovadoras que el gobierno británico envió posteriormente un equipo de expertos para que informaran sobre el progreso industrial americano, reconociendo que Estados Unidos estaba emergiendo como una fuerza industrial líder y competidora. Una de las características clave del Sistema Americano era el uso de piezas intercambiables como medio para reducir los costes de fabricación. Los orígenes del Sistema Americano de Manufacturas se encuentran en el reconocimiento temprano de que la prosperidad nacional sólo era posible si la producción manufacturera podía aumentar drásticamente y se ponían a disposición del consumidor productos a precios competitivos. Los campos que mostraron importantes desarrollos tempranos en esta misión fueron la fabricación de relojes (con innovaciones promovidas por figuras como Eli Terry a principios del siglo XIX), la industria de mangos de hachas de las décadas de 1830 y 1840 (particularmente el trabajo del ingeniero Elisha K. Root y el empresario Samuel Collins), y las armas de fuego, la fábrica de revólveres Colt que producía 1.000 pistolas al día utilizando una máquina de vapor de 300 caballos. También se exploraron ideas similares en las florecientes industrias de fabricación de máquinas de escribir y relojes en la segunda mitad del siglo XIX. Tan importante fue el impacto del Sistema Americano en la transformación de una nación agrícola en una fuerza industrial líder, que un escritor ha comparado su impacto en las técnicas de fabricación americanas con el dramático «Milagro Económico» japonés en las décadas posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial.
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