San Gregorio de Nisa

San Gregorio de Nisa, en latín Gregorius Nyssenus, (nacido hacia el año 335 en Cesárea, en Capadocia, Asia Menor -fallecido hacia el año 394; fiesta del 9 de marzo), teólogo filósofo y místico, líder del partido ortodoxo en las controversias cristianas del siglo IV sobre la doctrina de la Trinidad. Principalmente erudito, escribió muchas obras teológicas, místicas y monásticas en las que equilibró las tradiciones platónicas y cristianas.

Hijo menor de una familia distinguida, Gregorio fue educado en su provincia natal, pero estuvo más profundamente influenciado por su formación filosófica que por los otros dos Padres Capadocios de la Iglesia, su hermano San Basilio de Cesarea y su amigo San Gregorio de Nacimiento. Comenzó su vida adulta como profesor de retórica y es posible que estuviera casado, aunque varias referencias que sugieren esto son susceptibles de una interpretación diferente, y las restricciones sobre el matrimonio en su tratado Sobre la virginidad parecen implicar lo contrario. En los años 360 se dedicó a los estudios religiosos y a la devoción cristiana, quizás incluso a la vida monástica, bajo la inspiración y guía de Basilio. Como parte de la lucha de Basilio con el obispo Antimio de Tiana -cuya ciudad se convirtió en la metrópoli (capital civil y, por tanto, eclesiástica) de la Capadocia occidental en el 372-, Gregorio fue consagrado como obispo de Nisa, una pequeña ciudad de la nueva provincia de Capadocia Secunda, que Basilio deseaba mantener en su jurisdicción eclesiástica. Sin embargo, en el año 375, Gregorio fue acusado de mala administración por el gobernador provincial como parte de la campaña arrianizadora del emperador romano Valente (un intento de obligar a la Iglesia a aceptar las opiniones del hereje Arrio, que negaba la divinidad de Cristo). Gregorio fue depuesto en 376 por un sínodo de obispos y desterrado, pero a la muerte de Valente en 378 la congregación de Gregorio lo acogió de nuevo con entusiasmo.

Aunque Basilio lo había considerado inadecuado para la diplomacia eclesiástica, tras el regreso de Gregorio a su diócesis, participó activamente en la resolución de asuntos eclesiásticos en los años siguientes. En el 379 asistió a un concilio en Antioquía y fue enviado en misión especial a las iglesias de Arabia (es decir, Transjordania); su visita a Jerusalén en esta ocasión le dejó una aversión a las peregrinaciones, cada vez más de moda, opinión que expresó enérgicamente en una de sus cartas. En 381 participó en el Concilio General (segundo ecuménico) de Constantinopla y fue reconocido por el emperador Teodosio como uno de los líderes de la comunión ortodoxa en Capadocia, junto con el sucesor de Basilio en Cesarea. Gregorio declinó ser elegido para el importante obispado de Sebaste; sin embargo, el cuidado de su pequeña diócesis le dejó libre para predicar en Constantinopla en ocasiones especiales como los funerales de la esposa y la hija de Teodosio. Bajo el mandato del iletrado Nectario, sucesor de Gregorio de Nacianzo en Constantinopla, Gregorio de Nisa fue el principal teólogo ortodoxo de la Iglesia en Asia Menor en la lucha contra los arrianos.

Gregorio fue principalmente un erudito, cuya principal contribución radicó en sus escritos. Además de las controvertidas respuestas a los herejes, especialmente a los arrianos -en las que formuló la doctrina de la Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) que surgió como una respuesta clara y contundente al cuestionamiento arriano-, completó el Hexaëmeron («Seis días») de Basilio, sermones sobre los días de la Creación, con La creación del hombre, y elaboró un esquema clásico de teología ortodoxa en su Gran Catequesis (o Discurso sobre la instrucción religiosa). Esta última obra es especialmente notable por desarrollar sistemáticamente el lugar de los sacramentos en la visión cristiana de la restauración de la imagen de Dios en la naturaleza humana, perdida por el pecado en la caída de Adán. Su breve tratado Sobre los no tres dioses relaciona la teología de los Padres Capadocios de tres Personas en la Divinidad (es decir, la Trinidad) con las enseñanzas de Platón sobre el Uno y los Muchos. Como platonista cristiano, Gregorio siguió al gran teólogo alejandrino Orígenes, aunque no de forma servil. En particular, compartía la convicción de Orígenes de que la naturaleza material de la humanidad es resultado de la caída y también la esperanza de Orígenes en la salvación universal definitiva. A imitación del Fedón de Platón, Gregorio presentó su enseñanza sobre la resurrección en forma de una conversación en el lecho de muerte con su hermana, la abadesa Macrina.

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La inspiración platónica y cristiana se combinan en los escritos ascéticos y místicos de Gregorio, que han sido influyentes en las tradiciones devocionales de la Iglesia ortodoxa oriental e (indirectamente) de la occidental. Su Vida de Macrina combina la biografía con la instrucción en la vida monástica. Sobre la virginidad y otros tratados sobre la vida ascética están coronados por la mística Vida de Moisés, que trata el viaje de los hebreos desde Egipto hasta el Monte Sinaí en el siglo XIII a.C. como un modelo del progreso del alma a través de las tentaciones del mundo hasta la visión de Dios. Un énfasis notable de la enseñanza de Gregorio es el principio de que la vida espiritual no es una perfección estática, sino un progreso constante. Su mayor logro es su síntesis notablemente equilibrada de las tradiciones helénica (griega) y cristiana, en una época en la que ambas estaban representadas por mentes vigorosas y agudas.

Gregorio no descuidó, sin embargo, sus deberes prácticos y pastorales, como atestiguan sus cartas y sermones conservados. Muchos de estos últimos fueron escritos en alabanza de los santos venerados en Capadocia o para celebrar los grandes días del año eclesiástico. Otros, como los ataques de Gregorio a la usura y al aplazamiento del bautismo, tratan de problemas éticos de la Iglesia de su tiempo. Sus discursos más íntimos sobre el Padre Nuestro y las Bienaventuranzas (Mateo 5:3-12) combinan intereses éticos y devocionales, al igual que su comentario sobre el Cantar de los Cantares. A Gregorio no le gustaba asistir a las reuniones de obispos, pero periódicamente era invitado a predicar en esas ocasiones. Su última aparición pública fue en un concilio en Constantinopla. La carrera eclesiástica de Gregorio fue menos exitosa que las de Basilio y Gregorio de Nacianzo, pero su obra como erudito y escritor fue creativa, y en el siglo XX fue rescatada del inmerecido olvido.

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