Relaciones exteriores

El término extranjero evolucionó a mediados del siglo XIII a partir de ferren, foreyne, «fuera de las puertas», basado en el francés antiguo forain, «exterior, externo, remoto», reflejando el sentido de «no en la propia tierra» atestiguado por primera vez a finales del siglo XIV. La ortografía en inglés se modificó en el siglo XVII, quizá por influencia de las palabras reign y sovereign. Ambas palabras se asociaban en la época con el cargo más común de monarca que determinaba la política exterior, un conjunto de objetivos diplomáticos que pretendía perfilar la forma en que un país interactuaría con otros países del mundo.

La idea de la gestión a largo plazo de las relaciones siguió al desarrollo de los cuerpos diplomáticos profesionales que gestionaban la diplomacia. Desde 1711, el término diplomacia se entiende como el arte y la práctica de llevar a cabo negociaciones entre representantes de grupos o naciones.

En el siglo XVIII, debido a la extrema turbulencia de la diplomacia europea y a los continuos conflictos, la práctica de la diplomacia se vio a menudo fragmentada por la necesidad de tratar cuestiones aisladas, denominadas «asuntos». Así, mientras que la gestión doméstica de tales asuntos se denominaba asuntos civiles (revueltas de campesinos, escasez de tesorería e intrigas de la corte), el término asuntos exteriores se aplicaba a la gestión de cuestiones temporales fuera del ámbito soberano. Este término siguió siendo de uso generalizado en los Estados de habla inglesa hasta el siglo XX, y sigue siendo el nombre de los departamentos de varios Estados que gestionan las relaciones exteriores. Aunque en un principio se pretendía describir la gestión a corto plazo de un asunto concreto, en la actualidad estos departamentos gestionan todas las relaciones internacionales cotidianas y a largo plazo entre los Estados.

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