Realismo depresivo
Las personas con depresión pueden sufrir distorsiones cognitivas sobre los acontecimientos cotidianos. Ejemplos de estas distorsiones cognitivas son la «abstracción selectiva», el «pensamiento dicotómico» y el «pensamiento catastrófico». La abstracción selectiva consiste en centrarse en un único acontecimiento o condición negativa excluyendo otros más positivos. Por ejemplo, una persona puede estar preocupada por el hecho de no tener actualmente una relación, pero descuidar el hecho de que tiene una familia que la apoya y muchos buenos amigos. El pensamiento dicotómico implica un pensamiento de «todo o nada».
Un ejemplo común de esto en pacientes hospitalizados con depresión es: «Si no viene a verme hoy, entonces no me quiere». Por último, el pensamiento catastrófico consiste en exagerar las posibles consecuencias de un acontecimiento o situación: «El dolor de mi rodilla está empeorando. Cuando vaya en silla de ruedas, no podré ir a trabajar y pagar las facturas. Así que acabaré perdiendo mi casa, viviendo en la calle y muriendo de frío.’
En cambio, la mayoría de las personas no deprimidas tienen una perspectiva excesivamente optimista de sus atributos, circunstancias y posibilidades. Por ejemplo, la mayoría de las personas piensan que son un conductor, un ciudadano o un padre de familia mejor que la media, lo que implica colectivamente que el conductor, el ciudadano o el padre de familia medio no es en absoluto la media, lo que obviamente es una imposibilidad estadística. Una pareja a punto de casarse es probable que sobrestime las probabilidades de tener una luna de miel soleada o un hijo superdotado, pero que subestime las probabilidades de sufrir un aborto, caer enfermo o divorciarse. Estas ilusiones positivas, como se denominan, son la norma, y el pozo envenenado de gran parte de nuestra autoestima.
Las ilusiones positivas pueden conferir ciertas ventajas, como la capacidad de asumir riesgos, ver a través de grandes empresas, y hacer frente a eventos traumáticos. Sin embargo, a largo plazo, la pérdida de perspectiva y la falta de juicio que se derivan de una indebida autoestima y de una falsa esperanza probablemente conduzcan a la decepción, al fracaso e incluso a la tragedia, por no mencionar los problemas emocionales y de comportamiento (como la ira, la ansiedad, etc.) que pueden asociarse a una posición defendida. En resumen, las ilusiones positivas son un poco como un par de muletas: útiles para los que tienen una minusvalía, pero los que no la tienen están mucho mejor por no necesitarlas.
Aunque las personas con depresión pueden sufrir distorsiones cognitivas, la literatura científica sugiere que los que sólo tienen una depresión de leve a moderada también pueden tener un juicio más preciso sobre el resultado de los llamados eventos contingentes (eventos que pueden o no ocurrir), y una percepción más realista de su papel, capacidades y limitaciones. Este llamado «realismo depresivo» puede permitir a una persona con depresión desprenderse del optimismo de Pollyanna y de las gafas de color rosa que nos protegen de la realidad, para ver la vida con más precisión y juzgarla en consecuencia.
Si es así, el concepto de depresión puede -al menos en algunos casos- darse la vuelta y redefinirse positivamente como algo así como «la sana sospecha de que la vida moderna no tiene sentido y de que la sociedad moderna es absurda y alienante». Para muchos expertos y profesionales de la salud mental, éste es el tipo de irreligiosidad que exige un anatema. Sin embargo, la cuestión del sentido de la vida es la más importante que puede plantearse una persona, y la constatación de que la vida podría vivirse de otra manera está destinada a provocar una reacción depresiva, un duro invierno que, sin embargo, puede ir seguido de una hermosa primavera.
Como siempre, hay que tener mucho cuidado de no confundir nuestra naturaleza humana con la insuficiencia, ni los tiernos brotes de sabiduría con la enfermedad mental.
Neel Burton es autor de El sentido de la locura y otros libros.
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