Psicología Hoy

Puede surgir de la nada. Estás haciendo la compra o abrochándote el cinturón de seguridad cuando, de repente, tus músculos se contraen y tu corazón empieza a latir con fuerza.

Los ataques de pánico pueden ser desconcertantes y aterradores, pero no son inusuales. Se calcula que 2,4 millones de personas sufren uno cada año. Pueden comenzar como una opresión en el pecho, falta de aliento o un latido del corazón galopante. Muchas personas creen que están sufriendo un ataque al corazón y se apresuran a acudir a urgencias.

La causa de un ataque puede ser poco clara, pero a menudo surgen ante cambios importantes en la vida, como un parto o un nuevo trabajo. Los ataques también pueden producirse después de un trauma.

Las tasas de prevalencia han ido en aumento desde la década de 1950, aunque muchos expertos creen que lo que parece una tendencia es simplemente un mejor diagnóstico.

¿Qué es un ataque de pánico?

Más que una sensación de ansiedad, un ataque de pánico produce síntomas físicos distintivos. Cada persona experimenta el pánico de forma diferente, pero la mayoría de las personas informan de un miedo intenso acompañado de sensaciones corporales que pueden ir desde un corazón acelerado hasta náuseas y mareos. El pánico puede aparecer de forma repentina o lenta y, por lo general, no dura más de 20 minutos en su punto álgido.

¿Qué causa un ataque de pánico?

Los científicos creen que los ataques de pánico se derivan del sistema de «lucha o huida» del cerebro que se ha desviado, a menudo provocado por el estrés o un acontecimiento traumático. En nuestra sociedad de alto octanaje, esa respuesta puede activarse sin que haya una amenaza real a la vista o después de que la fuente de estrés haya desaparecido hace tiempo.

Las investigaciones sugieren que las personas que padecen pánico crónico pueden sentirse fácilmente desconcertadas por sus sensaciones corporales. Alguien vulnerable al pánico podría interpretar un latido rápido del corazón como un ataque cardíaco. Si el miedo la abruma, los síntomas se intensifican en un círculo vicioso.

¿Es hereditario?

La vulnerabilidad a la ansiedad puede tener una base biológica. Si uno de los padres o hermanos sufre ataques de pánico, el riesgo de una persona se multiplica por seis. Un estudio de Yale descubrió que las personas que sufren ataques de pánico tienen menos receptores de serotonina en sus cerebros, mientras que otros estudios sugieren que las personas con ansiedad pueden tener «sistemas de alarma de asfixia» demasiado sensibles, que detectan una escasez de oxígeno incluso en condiciones normales.

¿Qué es el trastorno de pánico?

Los ataques de pánico son tan aterradores que las personas que los sufren harán prácticamente cualquier cosa para evitar otro. Eso puede significar alejarse de las situaciones asociadas a la ansiedad. Alguien que una vez tuvo pánico en un avión puede decidir no volar. Pero el miedo suele extenderse a otros entornos; el fóbico a los aviones puede empezar a temer también los coches y los autobuses.

Las personas con un trastorno de pánico completo, en el que los ataques son un problema frecuente, se sienten constantemente vulnerables, lo que les obliga a estar vigilantes.

Sólo un tercio de las personas que sufren ataques de pánico ocasionales llegarán a desarrollar un trastorno de pánico. Aunque los hombres y las mujeres declaran los ataques con la misma frecuencia, las mujeres tienen el doble de probabilidades de padecer el trastorno.

Algunos científicos creen que el síndrome del intestino irritable (SII) puede estar relacionado con el trastorno de pánico. Dado que el SII puede ser incómodo y embarazoso, quienes lo padecen temen su próximo ataque de SII y se vuelven muy sensibles a su sistema digestivo. Cuando algo se siente mal, su agitación aumenta, causando un verdadero malestar y dolor de estómago. Dado que tanto los síntomas de pánico como los del SII son muy sensibles al estrés, los afectados por cualquiera de las dos enfermedades pueden verse atrapados en un bucle de retroalimentación.

¿Cómo puedo afrontarlo?

Los medicamentos antidepresivos pueden ayudar a aliviar el pánico. Sin embargo, la terapia cognitivo-conductual puede funcionar aún mejor; los investigadores estiman que hasta el 80 por ciento de las personas que padecen pánico pueden ser ayudadas sólo con psicoterapia.

Los terapeutas suelen tratar el pánico exponiendo al paciente a entornos temidos de intensidad creciente. La terapia de exposición también puede incluir la exposición a las sensaciones físicas del pánico: hacer girar a los clientes en círculos para que se mareen, hacerles inhalar dióxido de carbono o respirar a través de una pajita o correr para aumentar su ritmo cardíaco. Una vez que los clientes aprenden que esas sensaciones no son una señal de fatalidad inminente, pueden soportar mejor el pánico y, finalmente, evitarlo por completo.

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