Piloto (19 Sep. 2007)

«No leo Gossip Girl. Es para chicas» dice uno de los protagonistas de la serie (un chico, obviamente) en un momento del primer episodio. Podría ser una referencia irónica al material de origen del programa, una exitosa serie de libros que se califican como «literatura para chicas», lo que hace que la transición a la pequeña pantalla (originalmente lanzada como una película protagonizada por Lindsay Lohan; me pregunto por qué…) sea un potencial problema de marketing. Por otra parte, el hecho de contar con un escritor masculino, por no hablar del hombre que creó The O.C., alias Josh Schwartz, como uno de los dos directores de la serie (la otra es Stephanie Savage, que también trabajó en la creación más famosa de Schwartz) resolvió ese problema con elegancia. Está por ver si la serie puede vivir lo suficiente (The O.C. empezó a perder fuelle después de sólo una temporada), pero los primeros 18 episodios sugieren que tiene mucho que recomendar.
La serie toma su nombre de la epónima y misteriosa mujer que dirige un blog muy popular en Internet, que permite a los adolescentes ricos y mimados del Upper East Side de Nueva York saberlo todo sobre todo el mundo. Esta persona omnisciente no se deja ver: todo lo que oímos es una voz en off (realizada por una Kristen Bell, alias Veronica Mars, sin acreditar) que actúa como nuestra guía en este mundo de codicia y engaño. ¿Su noticia del día? La antigua reina de la fiesta Serena Van Der Woodsen (Blake Lively) ha vuelto de un exilio autoimpuesto en un internado de Nueva Inglaterra. Su supuesta mejor amiga, Blair Waldorf (Leighton Meester), recibe su regreso con una frialdad inesperada, algo de lo que se alegra el intrigante y cachondo Chuck Bass (Ed Westwick), ya que está al tanto de un pequeño y sucio secreto que implica a Serena y al novio de Blair, Nate Archibald (Chace Crawford). En una parte menos glamurosa de la ciudad, Dan Humphrey (Penn Badgley) y su hermana Jenny (Taylor Momsen) se esfuerzan por tener mejores amigos, lo que le va bastante bien a Dan una vez que conoce a Serena (Jenny está atrapada con Blair, por desgracia). ¿Y por qué no iba a tener esa suerte? Después de todo, su padre Rufus (Matthew Settle) parece tener un pasado con la madre de Serena, Lily (Kelly Rutherford).
Siguiendo el ejemplo de The O.C. Gossip Girl es un opulento pase de diapositivas de clichés de drama adolescente, todo ello representado con una alegre autoconciencia que da a la serie su verdadera carne narrativa: la trama es básica en el mejor de los casos (hemos visto estas cosas un millón de veces antes), pero al igual que la igualmente inteligente (y un poco superior) Desperate Housewives, los aspectos de la telenovela se manejan con una mezcla postmoderna de seriedad e ironía. Y reconozcámoslo, es demasiado divertido ver a esos jóvenes obscenamente ricos urdiendo conspiraciones unos contra otros.
El otro ingrediente clave (aparte de la banda sonora, es decir) es el reparto: ninguno de los jóvenes actores principales era conocido antes de aparecer en la serie (algo que se aplica a la mayoría de los dramas adolescentes), un hecho que ayuda a la hora de verlos como esas personas y no, digamos, como una antigua estrella infantil haciendo una autoparodia (quizás la idea de Lindsay Lohan era mejor dejarla en un rincón, entonces). Además, al igual que en The O.C. y en casi todas las buenas series centradas en los adolescentes de la última década, los actores adultos (principalmente dos: Settle y Rutherford) hacen algo más que quedarse en un segundo plano. Además, el casting de Rutherford no es sólo una buena elección, sino también un astuto guiño a su papel más famoso en televisión, el de Megan Lewis en Melrose Place. Y, por supuesto, la voz no acreditada de Bell es perfecta.
Lo que al principio podía parecer una serie adolescente más es en realidad un logro bastante inteligente, y por una buena razón: conoce sus debilidades conceptuales y se burla de ellas con cariño. A la manera de la televisión americana.

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