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Edward se enteró de que era intersexual a los 16 años, un diagnóstico que cambió su vida. Tras años de lo que parecía una pesadilla, ha aprendido a aceptarse a sí mismo, pero a menudo se siente incomprendido. Le gustaría que los médicos le hubieran tomado más en serio desde el principio.
Este contenido fue publicado el 16 de octubre de 2017 – 11:0016 de octubre de 2017 – 11:00 Katy Romy
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Periodista afincada en Berna. Me interesan especialmente los temas de sociedad, política y medios sociales. Anteriormente trabajé en medios de comunicación regionales, para el periódico Journal du Jura y Radio Jura bernois.
Más información sobre el autor| Departamento de francés
- Deutsch(de) «Ich fühle mich als Mann und Frau zugleich»
- Español(es) «Me siento hombre y mujer al mismo tiempo»
- Português(pt) «Me sinto como homem e mulher ao mesmo tempo»
- 中文(zh) «我觉得自己既是男人,又是女人»
- Français(fr) «Je me sens homme et femme à la fois»
- 日本語(ja)「僕は男でもあり女でもある」 インターセックスに生まれて
- Italiano(it) «Mi sento al contempo uomo e donna»
En algún lugar entre el hombre y la mujer. El odio y el amor. La pasión y la desesperación. Desgarrado durante mucho tiempo por estos contrastes, Edward desconcierta a la gente que conoce. Con su coraza dura y su centro blando, lucha por ser comprendido en una sociedad a la que le cuesta aceptar lo diferente.
Con sus tatuajes y piercings, Edward se sienta con su madre Kate en el salón de su casa familiar, con una impresionante vista del lago de Ginebra. Sobre su cabeza, viejos retratos en blanco y negro de familiares parecen prestar atención a su historia.
«Eres un mutante. Nunca podrás tener hijos ni vivir una vida normal». Estas fueron las palabras del médico de Edward cuando le dijo que era intersexual. Edward tenía 16 años. Estaba sentado solo en la consulta del médico en ese momento.
A los 33 años todavía le persiguen las palabras del médico. Su voz tiembla de rabia contra los profesionales médicos que no pudieron apoyarle ni protegerle. Edward y su madre sienten que le trataron como a un bicho raro de la naturaleza y no como a un joven paciente que necesitaba ayuda.
Un cuerpo como el de una mujer
Cuando nació en 1984, no había indicios de la inusual cuestión de género de Edward. Pero a los ojos de su madre siempre fue un niño «diferente». Los años escolares de su problemático niño fueron caóticos desde el jardín de infancia.
«A los diez años le diagnosticaron un trastorno por déficit de atención», recuerda su madre. Edward fue expulsado de dos escuelas y luego enviado a un internado.
Alrededor de los 12 años, la situación de Edward se complicó mucho más. Estaba creciendo y, al igual que sus compañeros, esperaba con impaciencia tener vello facial y una voz más grave, elementos propios de un hombre. Pero no ocurrió nada. Peor aún, su cuerpo hizo lo contrario.
«Mis caderas empezaron a parecer femeninas y me crecieron los pechos». Esta fue una experiencia traumática para el joven. «En la universidad no me duchaba con los demás. No me sentía ni hombre ni mujer. Me sentía una nulidad».
Los insultos no tardaron en sumarse a las heridas. «Me llamaban sucio maricón». Es un insulto que Edward ya no tolera, no sólo porque no quiere oír denigrar a los amigos homosexuales, sino porque expresa toda la incomprensión sobre la intersexualidad. «Dado que el término incluye la palabra ‘sexo’, la gente piensa que significa que soy gay. Pero ser intersexual no tiene nada que ver con la orientación sexual», señala, levantando la voz hasta casi llegar al grito. Luego se recupera. «Lo siento, pero de verdad tienes que entenderlo.»
Años de pesadilla
Tenía 16 años cuando los médicos determinaron finalmente que Edward estaba afectado por el síndrome de Klinefelter, que es una de las diversas anomalías sexuales cromosómicas. Edward era XXY en lugar del XY habitual en los hombres. En otras palabras, tenía un cromosoma de más, y su cuerpo no producía suficiente testosterona para superar la etapa de la pubertad. Los médicos le recetaron inyecciones mensuales de hormonas.
«Es un proceso bastante doloroso. Te inyectan un líquido en la base de la columna vertebral, pero tarda mucho en entrar en tu organismo porque es aceitoso. Para reducir los efectos secundarios, su médico decidió sustituir las inyecciones por un parche, que era menos drástico como tratamiento, pero también menos eficaz.
«No veía ningún progreso. Mientras tanto, conocí a una chica que fue muy comprensiva y me dijo que me aceptaba tal y como era y que no necesitaba testosterona.» A Edward le convenció y dejó el tratamiento. Pero esta decisión fue el comienzo de un periodo oscuro para el joven.
Entre los 16 y los 23 años, Edward pasó por una terrible crisis de identidad. «Sin testosterona era como un niño de diez años dentro de mi cabeza: Me ponía a explotar sin pensar en las consecuencias. No tenía límites», recuerda. Tenía una falta total de confianza en sí mismo, y los malos sentimientos y la agresividad le causaban «un sinfín de problemas». Se sentía consumido por el odio. «Veía a todo el mundo como un enemigo -incluso a mi madre-, pero toda esta rabia también me ayudaba a sobrevivir»
‘Mamá, ¿qué soy?’
Cuando el odio se convierte en una razón para vivir, aísla a la persona que lo siente. Entre el joven, su familia y sus amigos se produjo una dolorosa ruptura. «Fueron años espantosos. Edward ya no sabía quién era. A veces venía a verme vestido de chica y me preguntaba: ‘Mamá, ¿qué soy?», recuerda Kate. Como madre, se sintió sola, impotente e incapaz de encontrar el apoyo que necesitaba de los médicos o psiquiatras, que intentaban en vano explicar el estado mental de su hijo con diagnósticos psicológicos. «Es terrible cuando tu hijo sigue diciendo que quiere suicidarse», dice simplemente.
Confundida por toda la cadena de acontecimientos, Kate empezó a buscar información sobre la intersexualidad, y decidió estudiar y escribir una tesis sobre la experiencia de ser madre de un niño «diferente». Descubrió el impacto mental de la falta de testosterona en el cerebro de un hombre, y se convenció de que su hijo debía retomar el tratamiento hormonal. «Tras largas discusiones, gritos y llantos, finalmente cedí. Fue sobre todo el riesgo de osteoporosis lo que me convenció», dice Edward.
La pubertad tardía
Para el joven, resultó ser una especie de liberación. Gracias a la testosterona, Edward experimentó todos los efectos habituales de la pubertad a los 23 años. Su cuerpo cambió: la masa muscular se desarrolló en el cuello y los hombros, su voz se hizo más grave. Pero, sobre todo, se volvió más relajado. «Qué alivio fue cuando por fin pude convertirme en adulto», recuerda. Para su madre también fue una liberación: «Las hormonas sexuales facilitan el desarrollo de la parte cognitiva. Ahora entiende mucho mejor las consecuencias de sus actos»
Los años de búsqueda han reforzado el vínculo entre Edward y su madre, que ha fundado una asociación llamada SAMEDEnlace externo. Se trata de un grupo de apoyo para madres de niños «diferentes». «Mi historia es también la suya. Nos ha permitido construirnos un conjunto de defensas», destaca Edward.
Construyendo un futuro
Preguntado sobre cómo ve su futuro, Edward responde sin dudar: «No veo ninguno». Como todos los afectados por el síndrome de Klinefelter, es estéril. Es una condición que le molesta.
«Tengo la sensación de que no poder tener hijos pone fin a cualquier relación con las mujeres». En consecuencia, el joven busca otras salidas: está pensando en viajar a Costa Rica y tiene un gran interés por la fotografía.
Edward se ha tatuado las letras XXY en el brazo. Es la prueba de que ahora puede aceptarse a sí mismo por ser intersexual. Incluso puede ver aspectos positivos en ello: «Me siento hombre y mujer al mismo tiempo, en cuanto a mi físico y mis decisiones. Mis decisiones fuertes, por ejemplo, vienen de mi lado femenino. Mi debilidad está más ligada a mi cuerpo, al lado masculino».
«Soy el dueño de mi destino; soy el capitán de mi alma». La cita de «Invictus» está escrita en negro en su pecho. «El odio ya no reina. Todavía está ahí, pero he aprendido a controlarlo»
Hay cosas que le alejan de los problemas: en particular, su interés por las «fixies», bicicletas urbanas de piñón fijo. «Los tatuajes me ayudan a aceptar mi cuerpo. La bicicleta me ayuda a controlar mis emociones»
Intersexualidad: operaciones con consecuencias drásticas
En Suiza nacen cada año unos 40 niños de sexo indeterminado. A veces, las variaciones en la diferenciación sexual no son visibles al nacer, y sólo se manifiestan más tarde.
Si la vida del niño está en peligro, los médicos realizan una intervención médica inmediata. En otros casos no está clínicamente justificado. En el pasado, muchos niños eran operados para asignarles un sexo desde su nacimiento. Estas operaciones se realizaban a menudo sin consultar a los padres y tenían consecuencias irreversibles. Desde la década de 1990, los estudios han demostrado que los niños operados al nacer pueden experimentar graves secuelas físicas y mentales cuando llegan a la edad adulta.
La profesión médica ha comenzado a cambiar su enfoque de las personas intersexuales, pero en Suiza no hay ninguna legislación sobre el tema. En 2016, tras la publicación de un informe de la comisión consultiva nacional de ética biomédica, el gobierno suizo declaró que las intervenciones prematuras o innecesarias constituían una violación del derecho a la seguridad de la persona.
Fin de la inserción
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