La burbuja real de Lilibet: cómo fue la juventud de Isabel II
El 6 de febrero de 1952, Isabel Alexandra María Windsor ocupó el trono dejado por su padre. Tanto ella como los miembros de su familia se mostraron incrédulos ante la coronación, ya que la joven de 25 años había pasado gran parte de su vida sin imaginar que podría ser reina.
Elizabeth era la tercera en la línea de sucesión al trono, precedida por su tío Eduardo y su padre Alberto – y, en caso de que tuvieran hijos varones, se situaría detrás de ellos, tal y como exige la costumbre real.
Nacida el 21 de abril de 1926 en la casa de su abuelo materno en Londres, la pequeña Lilibet -como la llamaban los miembros de la familia- tuvo sus primeros años marcados por las lecciones de francés, matemáticas, literatura, baile y canto en compañía de su hermana Margaret.
Según cuenta la periodista y biógrafa Sally Bedell Smith en su obra Elizabeth the Queen: The Life of a Modern Monarch, las dos hermanas vivieron una infancia tranquila. «Aunque las princesas eran el centro de la fascinación de la prensa y el público, llevaban una vida despreocupada y apartada, rodeadas de institutrices, niñeras, criadas, perros y ponis. Pasaron meses idílicos en la campiña inglesa y escocesa, jugando a juegos como «atrapar los días», corriendo y atrapando las hojas de otoño en el aire mientras caían. Su animada niñera escocesa, Marion Crawford, se las arregló para darles a conocer la vida ordinaria llevándolas de vez en cuando por Londres en metro y autobús, pero principalmente se mantuvieron dentro de la burbuja real».
Sin embargo, la vida bucólica de las dos princesas pronto se rompería. A la edad de 10 años, con la muerte de su abuelo Jorge V, Isabel fue testigo del ascenso al trono de su tío Eduardo VIII. Desde el principio, pareció no estar muy interesado en las obligaciones reales, mostrándose impaciente con los protocolos de la corte y despreciando las convenciones establecidas.
A los pocos meses de reinado, su relación con la socialité estadounidense Wallis Simpson provocó una crisis pública: divorciada en dos ocasiones, Wallis nunca sería aceptada como reina consorte por los ministros del Reino Unido.
Elegir el amor a la corona, Eduardo acabó abdicando y dejando el trono a su hermano Alberto, que según el biógrafo Smith eligió el título de Jorge VI para enviar al pueblo «un mensaje de estabilidad y continuidad del reinado de su padre».
Aunque no esperaba ni deseaba el título de rey, en diciembre de 1936 asumió la responsabilidad junto a su esposa, que fue coronada como la reina Isabel.
El 13 de octubre de 1940, la pequeña Isabel pronunciaba su primer discurso en público, en el programa de radio de la BBC Children’s Hour. Dirigiéndose a los niños evacuados de
sus pueblos y a los soldados británicos, la joven de 14 años afianzó su papel de unificadora de la nación.
Con sus padres ocupando el trono real y el peso de la corona cada vez más cerca, Lilibet comenzó una estricta educación, dedicándose a estudiar la historia y la constitución británicas. En mayo de 1940, seis meses después de que Gran Bretaña declarara la guerra a Alemania, las dos princesas fueron enviadas a la fortaleza medieval de Windsor, en el suroeste de Inglaterra.
Los frecuentes bombardeos nazis sobre el Palacio de Buckingham impidieron que las niñas se quedaran, y permanecieron lejos de la capital hasta el final de la Segunda Guerra. Pero esto no impidió que Isabel participara en la vida pública: en octubre de ese año, pronunció su primer discurso en el programa Children’s Hour de la BBC.
A la edad de 14 años, la futura Reina se dirigió serenamente a los niños que habían
sido evacuados de sus ciudades, transmitiendo mensajes de esperanza y dando fe de su papel de líder a los ojos de una nación asustada por la guerra.
Cuatro años más tarde, en mayo de 1944, pronunciaría otro discurso durante la inauguración del Queen Elizabeth Hospital for Children de Londres, una organización benéfica que lleva el nombre de su madre. Estas apariciones públicas se convertirían en una seña de identidad del reinado de Isabel II.
Los niños de los barrios londinenses atacados por las bombas también fueron recibidos en la finca de Windsor. En estas ocasiones, Isabel vislumbró el terror del conflicto en estrecho contacto con los ciudadanos, asistiendo a los refugiados junto a un grupo de 20 chicas -la Guardia Femenina- ideado por sus tutores para aminorar la soledad de las princesas.
En 1945, a los 18 años, ingresó en el Centro de Formación de Transporte Mecánico del Servicio Auxiliar Territorial, el brazo femenino del ejército británico durante la guerra. Allí aprendió a conducir y mantener camiones, habilidades técnicas que serían motivo de orgullo durante su vida.
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