Hacer la obra de Dios no es lo mismo que hacer la obra de Dios' – Ser el cambio
Guiar también es la obra de Dios, por eso la Iglesia participa en la enseñanza y la predicación. Guiar no es lo mismo que dirigir, por eso la Iglesia valora el misterio y las preguntas. La Obra de Dios es guiar y la de Dios es influir. Dios no coacciona ni amenaza. El poder de Dios se expresa a través de la vulnerabilidad y, por tanto, la obra de Dios es influir en la creación hacia el Shalom.
Sostener es también la obra de Dios, por eso la Iglesia crea pequeños grupos y fomenta la comunidad – para sostenernos en los tiempos oscuros. Por supuesto que hay momentos en los que la Iglesia fracasa en su labor y nos abandonamos unos a otros (véase la prueba de Jesús). La Obra de Dios es sostener y la Obra de Dios es permanecer. Porque hay tiempos y lugares en los que la Iglesia no puede estar en y con, la Iglesia confía en que Dios permanecerá con todos – incluso cuando la Iglesia falla. La presencia de Dios para permanecer con todos en todo momento (omnipresente) es algo por lo que la Iglesia puede esforzarse, pero nunca es totalmente capaz de lograr.
Por último, reconciliar es la Obra de Dios, por lo que las prácticas de arrepentimiento, confesión y perdón son fundamentales para la Iglesia. Aunque la Iglesia puede trabajar por la reconciliación, hay algunos casos en los que ésta no es posible por la profundidad de las heridas. La obra de Dios es reconciliar y la obra de Dios es transformar. Es por la gracia de Dios que somos transformados y donde la reconciliación era antes imposible es la transformación la que hace posible la reconciliación.
Ser parte de una Iglesia es comprometerse en la Obra de Dios, no es hacer la Obra de Dios.
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