Fronteras de la Psicología

Introducción

Entre los trastornos del desarrollo, el trastorno del desarrollo de la coordinación (TDC) es menos conocido (Gómez y Sirigu, 2015). El DCD es un trastorno motor del neurodesarrollo. Los síntomas suelen aparecer en el período de desarrollo temprano, con habilidades motoras sustancialmente por debajo de lo esperado dada la edad del individuo. Los déficits en las habilidades motoras afectan a las actividades de la vida diaria y no son atribuibles a una condición neurológica que afecte al movimiento, ni pueden ser explicados por una discapacidad visual o intelectual (American Psychiatric Association, 2013). El DCD suele ser una condición permanente que se encuentra en los niños, afectando entre el 5 y el 8% entre los 6 y los 12 años de edad (Barnhart et al., 2003; Noten et al., 2014). La prevalencia es mayor en los niños que en las niñas (Kadesjö y Gillberg, 1999; Barnhart et al., 2003). El DCD también es más común en los niños con bajo peso al nacer y en aquellos con exposición prenatal al alcohol (Asociación Americana de Psiquiatría, 2013).

El DCD tiene un origen más bien evolutivo que adquirido, con dificultad en la coordinación y el control de la actividad motora voluntaria en ausencia de deterioro intelectual y trastorno neurológico y/o físico (Cermak et al., 2002; Gibbs et al., 2007). Otros términos utilizados anteriormente para describir el DCD incluyen el síndrome del niño torpe, la dispraxia infantil y el trastorno específico del desarrollo de la función motora (American Psychiatric Association, 2013).

El DCD se asocia a menudo con la psicopatología (Gillberg y Kadesjö, 2003; Goez y Zelnik, 2008). Se ha propuesto un efecto genético compartido debido a la coocurrencia del DCD con el trastorno del espectro autista, los problemas específicos de aprendizaje y el trastorno por déficit de atención/hiperactividad (TDAH). Sin embargo, tal consistencia en la co-ocurrencia en gemelos aparece sólo en casos severos (American Psychiatric Association, 2013). Varios estudios han mostrado una tasa de alrededor de la mitad de los niños con TDAH que también tienen DCD, y hay una idea creciente de que el DCD puede no ser un trastorno uniforme (véase Visser, 2003). Un punto de vista alternativo con respecto a la clasificación de los trastornos del desarrollo, como el TEA, el TDAH y el TDC, es que existe un grupo de niños con un desarrollo cerebral heterogéneo y atípico, en lugar de grupos discretos de niños (Gillberg y Kadesjö, 2003; Goez y Zelnik, 2008; Vaivre-Douret et al., 2016). Se ha informado de una asociación entre el DCD y el TDAH (Denckla, 1996) y el control motor. Los problemas de control motor también pueden formar parte del TEA (Gillberg y Kadesjö, 2003; Whyatt y Craig, 2013). Los síntomas de las respectivas enfermedades también se solapan, lo que se refleja en el anterior término Disfunción Cerebral Mínima (DCM), etiquetando síndromes con varias combinaciones de déficits en el control motor, el lenguaje, la memoria, la percepción, la memoria y el control de los impulsos (Gillberg y Kadesjö, 2003). Según el DSM V, los déficits de las habilidades motoras no deben explicarse mejor por la discapacidad intelectual (trastorno del desarrollo intelectual) o la discapacidad visual, y no deben ser atribuibles a una condición neurológica que afecte al movimiento (American Psychiatric Association, 2013). Aún así, se han reportado déficits neurológicos en niños con DCD, incluyendo una producción de fuerza muscular lenta y déficits de organización sensorial (Fong et al., 2015, ver también Adams et al., 2014 para una revisión sobre déficits de modelado interno). Además, estos niños pueden demostrar síntomas de «signos blandos» neurológicos (Dewey, 2002). Tales signos reflejan anormalidades neurológicas menores e incluyen disdiadococinesia, sincinesia, déficits de localización táctil, velocidad motora reducida, disfunción leve en la regulación del tono muscular y reflejos asimétricos (Shaffer et al., 1985; Vaivre-Douret et al., 2016).

Según Geschwind y Behan (1982), existe una mayor prevalencia de zurdera en pacientes con enfermedades inmunológicas, migraña y dificultades de aprendizaje debido al retraso en el crecimiento del hemisferio izquierdo causado por la testosterona, que interfiere con las funciones del lenguaje y crea un desplazamiento de la lateralidad hacia el hemisferio derecho. La testosterona también explica la mayor prevalencia de problemas de aprendizaje en los niños. Además, según Llaurens et al. (2009), un factor causal subyacente de la zurdera puede ser el bajo peso al nacer, que se asocia a dificultades perinatales. También se ha propuesto que los factores prenatales causan la zurdera (Geschwind y Behan, 1982; Llaurens et al., 2009; Parma et al., 2017). Los niños con un peso extremadamente bajo al nacer y los niños nacidos prematuramente tienen un riesgo significativamente mayor de manifestar DCD (Barnhart et al., 2003; Gibbs et al., 2007; Kwok et al., 2018).

La lateralidad se considera uno de los rasgos conductuales laterales más evidentes (Triggs et al., 2000). La lateralización denomina los procesos que conducen a un sistema nervioso asimétrico (Geschwind y Galaburda, 1985), y el producto final suele denominarse lateralidad. La lateralidad, que puede definirse como «la preferencia del individuo por utilizar una mano predominantemente para las tareas unimanuales y la capacidad de realizar estas tareas más eficientemente con una mano» (Brown et al., 2006, p.1). La preferencia de mano puede definirse como una mayor preferencia de una mano sobre la otra si es posible elegir (Peters, 1995). Aproximadamente el 90% de la población adulta sana prefiere utilizar su mano derecha para las acciones manuales (Cavill y Bryden, 2003; Adamo y Taufiq, 2011; Ooki, 2014; Scharoun y Bryden, 2014; Willems et al., 2014). Sin embargo, la inconsistencia de la mano es más frecuente entre los zurdos que los diestros, y los varones también tienden a ser más inconsistentes que las mujeres (Prichard et al., 2013).

Varios estudios han indicado una elevada frecuencia de niños zurdos con DCD, y la zurdera, la dominancia cruzada, la preferencia mixta y las preferencias de mano mal establecidas se han relacionado con la torpeza (Armitage y Larkin, 1993). Sin embargo, hay pocos estudios que exploren explícitamente estas relaciones. Hill y Bishop (1998) afirmaron que la lateralidad no se había investigado directamente en la población con DCD. En su estudio, los grupos de niños con DCD y con trastorno específico del lenguaje (SLI) no diferían en cuanto a la preferencia de manos. Diez años después, Cairney et al. (2008) también concluyeron que «no conocemos ningún trabajo publicado que haya utilizado evaluaciones clínicas objetivas tanto de la lateralidad como del TDC» (p. 697). Sin embargo, Goez y Zelnik (2008) investigaron la distribución de la dominancia de la mano en 98 niños con DCD. Concluyeron que los niños con DCD son más frecuentemente zurdos en comparación con la población general. Un estudio más reciente investigó la lateralidad y el TDC en niños portugueses (Freitas et al., 2014). Estos autores informaron de una mayor tasa de co-ocurrencia de la zurdera en comparación con la diestra en los niños con DCD. Sin embargo, hay que tener en cuenta que Freitas et al. (2014) reclutaron deliberadamente a zurdos. Sin embargo, también hay estudios que concluyen que no hay una mayor prevalencia de la zurdera en los niños torpes (por ejemplo, Armitage y Larkin, 1993).

Freitas et al. (2014) enfatizaron que la «tendencia general de la literatura sugiere una asociación entre el DCD y los niños zurdos, pero todavía no está claro» (p. 657). La zurdera encontrada en otros diagnósticos comórbidos puede dar una indicación de lo que se puede esperar en el DCD. En una revisión de 12 estudios que incluían un total de 497 individuos diagnosticados con TEA, Rysstad y Pedersen (2016) encontraron un 16% de zurdos y un 44% de diestros mixtos, dando un total de 60% de no diestros. Además, en un meta-análisis de la dislexia, Eglinton y Annett (1994) informaron de una diferencia significativa en la distribución de la lateralidad entre los disléxicos y los grupos de control. La proporción de zurdos era aproximadamente igual en ambos grupos, con un 10,7 y un 10,4% de zurdos. Sin embargo, había más del doble de disléxicos (11,7%) con mano mixta que en los grupos de control (5,4%), lo que significa que la diferencia de manos mixtas explica por sí sola las diferencias de distribución entre los grupos (Eglinton y Annett, 1994). En el TDAH, en cambio, los hallazgos sobre la asociación entre la zurdera y la enfermedad son inconsistentes (Ghanizadeh, 2013). La zurdera se ha propuesto como un factor de riesgo para el TDAH y se ha informado de que tiene una marcada preferencia (Niederhofer, 2005), mientras que otros no han podido confirmar esta asociación (Biederman et al., 1995; Ghanizadeh, 2013).

Dada la asociación entre la zurdera y la mixta y otros trastornos del desarrollo, parece plausible que la zurdera pueda coocurrir frecuentemente con el TDC (Cairney et al., 2008). Por lo tanto, el presente estudio se propuso identificar si una frecuencia elevada de la zurdera es un rasgo general de los niños con DCD al combinar varios estudios pequeños, para ver si esta relación encontrada en Cairney et al. (2008), Freitas et al. (2014), y Goez y Zelnik (2008) es robusta a través de estudios y diferentes enfoques metodológicos. El presente estudio no pretende probar, ni siquiera discutir, la hipótesis completa de Geschwind y Behan (1982), como se ha mencionado anteriormente, sino que pone a prueba uno de los supuestos que subyacen a dicha hipótesis: la elevada prevalencia de la zurdera. Por lo tanto, podría considerarse como un punto de partida para pruebas adicionales, dado que la ausencia de dicha prevalencia elevada arrojaría considerables dudas sobre la hipótesis.

Materiales y métodos

Los siguientes métodos y criterios de inclusión y exclusión fueron adaptados de Rysstad y Pedersen (2016), quienes realizaron un meta-análisis sobre la no-derecha entre los individuos dentro del TEA. Se realizaron búsquedas informatizadas en las bases de datos PubMed, PsycInfo y CINAHL con el propósito de identificar todos los artículos relevantes publicados en inglés, sin imponer límites en el intervalo de tiempo.

Las búsquedas iniciales fueron tradicionales y basadas en la descripción. Los términos de búsqueda «Developmental coordination disorder» y «DCD» se utilizaron cada uno en combinación con el término «hand*», indicando el prefijo «hand» y cualquier extensión de la palabra. Las búsquedas identificaron un total de 170 estudios en PubMed, 299 estudios en PsycInfo y 117 estudios en CINAHL, como puede verse en la Tabla 1. En las búsquedas iniciales, el rango de años de publicación examinados fue entre 1993 y 2018, estando efectivamente limitados por el criterio de inclusión de que los artículos debían incluir niños con DCD, término que fue introducido alrededor de 1990 e incluido en el DSM IV en 1994.

TABLA 1
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Tabla 1. Búsqueda basada en la descripción y hallazgos.

Los artículos se consideraron relevantes en base a sus títulos y resúmenes, así como a las búsquedas manuales informatizadas en los artículos de formato completo con las palabras clave «izquierda», «derecha», «lateralidad», «preferencia» y «dominante». Esto último se hizo para asegurar que se identificaran todos los estudios que informaran sobre la preferencia de manos en personas con DCD sin investigar directamente la asociación.

Se obtuvieron artículos potencialmente relevantes y se evaluaron según los siguientes criterios:

Criterios de inclusión:

1. Artículos escritos en inglés

2. Estudios empíricos

3. Individuos con Trastorno del Desarrollo de la Coordinación

4. Estudios que informan de la distribución de zurdos frente a diestros en frecuencias, o porcentajes

Criterios de exclusión:

1. Artículos escritos en cualquier otro idioma que no sea el inglés

2. Revisiones, libros, artículos teóricos, artículos descriptivos, tesis

3. Diagnósticos similares al DCD, incluyendo términos más antiguos, con criterios diagnósticos algo similares pero no idénticos.

A partir de los resultados de las búsquedas basadas en la descripción, se realizaron búsquedas basadas en las citas utilizando Google Scholar. Esta estrategia había demostrado previamente ser mucho más eficaz en la identificación de artículos relevantes, en comparación con las búsquedas más tradicionales (véase Rysstad y Pedersen, 2016 para más detalles). Google Scholar incluye artículos de cualquier otra base de datos e informa de las citas de cada artículo. Se examinaron todos los artículos escritos en inglés que citaban a cada uno de los ya identificados utilizando el mismo procedimiento anterior con el fin de identificar artículos adicionales para incluir. Los artículos identificados mediante las búsquedas basadas en la descripción habían sido citados por otros artículos un total de 889 veces, como puede verse en la Tabla 2. Veinte de estos artículos se incluyeron finalmente en el presente conjunto de datos. Por lo tanto, para escapar a nuestra búsqueda basada en la descripción y no ser incluido, un artículo tendría que ser publicado en una revista que no esté indexada en ninguna de las bases de datos PsycInfo, PubMed o CINAHL, o no ser identificado por los términos de búsqueda elegidos. Para escapar a nuestra búsqueda basada en citas, un artículo no debería haber sido citado por ninguno de los artículos que ya habían sido identificados como relevantes a partir de las búsquedas basadas en la descripción (lo cual es definitivamente posible). Sin embargo, tampoco tendría que haber citado ni siquiera uno de los artículos relevantes (lo que sería muy poco probable).

Tabla 2
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Tabla 2. Búsqueda basada en citas y resultados.

Por lo tanto, el presente conjunto de datos sería más que representativo de los trabajos sobre DCD, y es difícil imaginar que los trabajos no incluidos tuvieran una distribución sistemáticamente diferente de la lateralidad de los participantes entre los grupos en comparación con los incluidos.

Enfoques estadísticos

Las distribuciones combinadas de la lateralidad de los zurdos y los diestros en los estudios incluidos se calcularon como porcentajes y números absolutos para los grupos de DCD (Tabla 3) y de control (Tabla 4). Los números absolutos se compararon mediante una prueba de chi-cuadrado.

Tabla 3
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Tabla 3. Estudios que informan de la distribución de la lateralidad en individuos con trastorno del desarrollo de la coordinación.

Tabla 4
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Tabla 4. Distribución de la lateralidad en los grupos de control.

Resultados

En la presente revisión se incluyeron 38 estudios que contenían distribuciones de la lateralidad en 1071 personas con TDC, como se presenta en la Tabla 3. El más antiguo de los estudios se publicó en 1993, y los más recientes se publicaron en 2017. Las edades de los participantes variaron entre 4 y 43 años, pero la gran mayoría de los estudios incluyeron a niños entre 7 y 12 años. Tres estudios incluyeron adultos. En una inspección más detallada, se detectó que cuatro trabajos del mismo grupo de autores incluían a los mismos participantes, o muestras de participantes que tenían un solapamiento casi total. Por lo tanto, solo uno de los estudios (Adams et al., 2016) se incluyó en el presente conjunto de datos.

Solo cuatro estudios informaron sobre la condición de mano mixta. Los participantes con mano mixta se omitieron del análisis. Este fue el caso de un total de 44 diestros mixtos (2,0% de la muestra total). Treinta y dos pertenecían a los grupos de DCD y 12 eran controles. Los estudios definieron la lateralidad mixta de forma diferente. Sin embargo, independientemente de la categorización utilizada en un estudio, los individuos con DCD y los controles se categorizaron de la misma manera, por lo que la distribución relativa de zurdos y diestros en estos grupos no parece verse afectada.

Los controles de los estudios que incluían dichos grupos se utilizaron para la comparación, como puede verse en la Tabla 4. Cuatro estudios no proporcionaron datos sobre los mismos, a saber, Cairney et al. (2008), Goez y Zelnik (2008), Maleki y Zarei (2016) y Rodger et al. (2003). Varios estudios también incluyeron más de un grupo de control (por ejemplo, controles jóvenes, adultos o ambos). En esos casos, solo se incluyó uno -preferiblemente el que coincidía por edad y sexo y otras posibles variables con los participantes en el estudio- a efectos del presente estudio, como puede verse en la Tabla 4. En los 24 estudios, se incluyeron 1.045 participantes de control.

Una proporción hombre-mujer a favor de la distribución masculina fue evidente tanto en el grupo DCD como en el grupo de control. Sin embargo, no fue posible realizar análisis específicos sobre el género porque la mayoría de los estudios carecían de informes sobre la distribución del género en las categorías de lateralidad.

Entre los 1.071 participantes con DCD, el 14,7% fueron clasificados como zurdos, en comparación con el 8,1% entre los 1045 participantes de los grupos de control. La distribución de la lateralidad varió un poco: el mayor número reportado de zurdos en un grupo de DCD se encontró en Cairney et al. (2008), con el 36,8%, mientras que Rosenblum et al. (2013) identificaron sólo el 3,4% de zurdos. La distribución de los participantes en el DCD a través de las categorías de la mano resultó ser significativamente diferente de la del grupo de control, χ2 = 22,2345, p = 0,000002.

Discusión

Se ha asumido repetidamente una sobrerrepresentación de los zurdos en los niños con DCD. Sin embargo, debido a que las muestras individuales que informan sobre la lateralidad son principalmente pequeñas dentro de esta población, ningún otro estudio ha sido lo suficientemente grande como para concluir que realmente hay una prevalencia elevada de zurdos en este grupo, y nadie ha combinado aún los resultados en un meta-análisis o revisión. Los tamaños de las muestras variaron entre los estudios, siendo el más pequeño el de Lust et al. (2006) (N = 7) y el más grande el de Smyth y Mason (1997) (N = 96). Veintiocho de los 38 estudios tenían tamaños de muestra de 30 participantes o menos, y la gran mayoría incluía menos de 20 participantes. Los resultados también parecen ser robustos entre los estudios y no parecen estar relacionados con las diferencias con respecto a las medidas de la lateralidad, las categorizaciones de los participantes para su inclusión en el grupo DCD, o la edad o el sexo de los participantes. Por lo tanto, debería ser posible concluir que una frecuencia elevada de zurdera es un rasgo general de los individuos dentro del DCD.

La lateralidad de los participantes se clasificó como diestra o zurda basándose en una variedad de medidas a través de los estudios, como la mano que escribe o dibuja, el Inventario de Manos de Edimburgo (Oldfield, 1971), el ABC del Movimiento (Henderson y Barnett, 1992), el Cuestionario de Manos de Annett (Annett, 1970), el cuestionario de Porac y Coren (1981) o la mano observada a lo largo del proceso de prueba. No hay, aparentemente, ninguna tendencia relacionada con la clasificación de la lateralidad, ya que las distribuciones de la lateralidad variaron entre las muestras incluso cuando se utilizó la misma medida de la lateralidad, lo que indica que las diferencias entre las medidas no son sistemáticas.

Los criterios de diagnóstico para el DCD variaron algo entre los estudios incluidos, con la gran mayoría utilizando los criterios del DSM-IV y/o una versión del MABC. El valor de corte del MABC varió un poco entre el ≤ 16º (Cairney et al., 2008) y el 5º centil (por ejemplo, Debrabant et al., 2013). Incluso cuando se utilizaron los mismos criterios de DCD, las distribuciones de la lateralidad variaron entre las muestras sin que, aparentemente, hubiera ninguna tendencia relacionada con los criterios de inclusión de las respectivas muestras.

La mayoría de los participantes tenían entre 4 y 12 años de edad (véase la Tabla 3 para más detalles) y no hay pruebas de los efectos de la edad sobre las distribuciones entre las categorías de lateralidad. Además, la mayoría de los estudios incluyeron participantes de control cuya edad coincidía con la de los grupos de DCD.

Hay más niños que niñas (2:1) diagnosticados con DCD (Barnhart et al., 2003) y también hay más niños zurdos que niñas, con una estimación de 1,23 para la relación de probabilidades de zurdera a diestra entre los hombres y las mujeres (Papadatou-Pastou et al., 2008). Esto podría hacer pensar que la diferencia entre los grupos se debería a la proporción de sexos. Sin embargo, aunque las proporciones de sexo sesgadas de las muestras, en parte, podrían explicar por qué hay más zurdos en el grupo DCD, las diferencias en las distribuciones de la lateralidad siguen siendo mucho mayores de lo que cabría esperar basándose únicamente en las diferencias de sexo. Además, y aún más importante, la mayoría de los estudios emparejaron sus controles tanto por sexo como por edad; por lo tanto, había el mismo número de niños entre los controles. Además, no parece haber una tendencia clara en todos los estudios de que la distribución de la lateralidad dependa de la proporción de sexos.

La prevalencia de zurdos dentro del grupo DCD fue algo menor que la prevalencia encontrada para el TEA en Rysstad y Pedersen (2016), con un 16% de zurdos puros. Sin embargo, cuatro de los estudios en el análisis actual incluyeron participantes que informaron sobre la lateralidad mixta o ambidiestra. Aunque la lateralidad mixta y ambidiestra no se incluyó en el material de datos, estos estudios indican que la no-derecha puede ser un rasgo aún más prominente de los niños con DCD que la zurdera. En Goez y Zelnik (2008), el 13% de los niños fueron clasificados como ambidiestros, dando un total de 44% de no diestros. Armitage y Larkin (1993) informaron de un 30% de diestros mixtos en niños de 5 a 6 años y un 35% en niños de 8 a 9 años, dando un total de 40% de no diestros en el grupo más joven, mientras que Lust et al. (2006) también informaron de un 30% de diestros ambidiestros, con un total de 40% de no diestros.

Por lo tanto, el TDC tiene una proporción ligeramente menor de zurdos que la encontrada en el TEA, y también hay indicios de una menor lateralidad mixta y ambidiestra en el TDC que en el TEA (Rysstad y Pedersen, 2016). Sin embargo, hay una mayor proporción de zurdos en el grupo de TDC que la encontrada en los disléxicos (Eglinton y Annett, 1994), así como indicios de una proporción mucho mayor de diestros mixtos y ambidiestros en comparación con este grupo. Aunque se ha encontrado una mayor proporción de zurdos en estos grupos en comparación con los controles sanos, hay una tasa notablemente más alta de diestros mixtos y ambidiestros, lo que indica que la incoherencia de la mano puede ser un problema mayor que la consistencia de la mano izquierda en estos grupos, como argumentaron Prichard et al. (2013).

En el actual meta-análisis, hemos establecido que hay una frecuencia elevada de zurdos en el DCD, apoyando así la teoría de Geschwind y Behan (1982). Sin embargo, los resultados no dicen nada sobre la dirección de la asociación entre las variables. Se podría especular, por ejemplo, que algunos criterios de diagnóstico de DCD favorecen a los diestros, dando así a los zurdos un riesgo elevado de ser diagnosticados con DCD. La inclusión de grupos de control emparejados (con algunas excepciones) que han sido sometidos a los mismos procedimientos de prueba que los grupos de DCD hace que esto sea bastante improbable, así como el hecho de que los hallazgos parecen robustos a través de diferentes criterios de inclusión.

El hecho de que las distribuciones de la lateralidad de los niños con DCD se comparen con las distribuciones correspondientes dentro de los grupos de control incluidos en cada estudio es, de hecho, un punto fuerte del presente estudio. Esto asegura que cualquier diferencia que se encuentre entre los estudios con respecto a las medidas, la categorización de la lateralidad, el sexo, la edad y otros posibles factores de confusión se tendrán en cuenta y, por lo tanto, no deberían afectar a los presentes resultados. Otro punto fuerte es que los estudios incluidos de los que se extrajeron las distribuciones de la lateralidad no tenían por lo general el alcance de estudiar la lateralidad en los niños con DCD per se. Más bien, estudiaron una serie de otros temas más o menos relacionados, e informaron de la lateralidad (con muy pocas excepciones) como una variable de fondo. Por lo tanto, las distribuciones de la lateralidad que se indican en cada uno de los artículos parecen ser relativamente imparciales con respecto a la imagen más amplia de una elevada prevalencia general de zurdos.

En resumen, el presente estudio apoya la idea de que existe una relación entre la zurdera y varios trastornos del desarrollo, incluido el TDC. Los datos, sin embargo, no pueden promover las discusiones sobre un mecanismo subyacente compartido, como propusieron Geschwind y Behan (1982).

Conclusión

La distribución de los participantes en el DCD en las categorías de la mano fue significativamente diferente de la de los grupos de control. Como se ha discutido, el número de participantes en cada estudio individual era demasiado pequeño para hacer cualquier generalización, pero el número combinado de participantes proporciona la muestra más grande que aborda la asociación entre la lateralidad y el DCD actualmente disponible. Los resultados parecen ser robustos a través de los criterios de inclusión para el DCD y las medidas de la lateralidad, así como la edad y el sexo. Esto sugiere que una elevada prevalencia de la zurdera en individuos con DCD se ha demostrado válida en el estudio actual y da apoyo a la suposición de un mecanismo subyacente compartido de los trastornos en algunos grupos clínicos. La prevalencia de la zurdera en el grupo del TDC es menor que la reportada para el TEA, y mayor que en la dislexia. Sin embargo, ningún dato del presente estudio puede apoyar o contradecir la suposición propuesta de una causa común de los distintos trastornos. No obstante, los presentes resultados podrían constituir un punto de partida para poner a prueba la hipótesis de dicho factor común, ya que uno de los requisitos sería una elevada prevalencia de la zurdera, y sin ella la hipótesis podría ser más o menos rechazada.

Contribuciones de los autores

MD, AP y HL contribuyeron a la concepción y diseño del estudio. MD realizó las búsquedas, pero consultó y discutió con AP durante todo el proceso. MD, AP y HL analizaron y/o interpretaron los datos. MD escribió el primer borrador del manuscrito y AP escribió secciones del manuscrito. Todos los autores contribuyeron a la revisión del manuscrito y leyeron y aprobaron la versión presentada.

Declaración de conflicto de intereses

Los autores declaran que la investigación se llevó a cabo en ausencia de cualquier relación comercial o financiera que pudiera interpretarse como un potencial conflicto de intereses.

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