El baloncesto es mi deporte favorito
Para mí -y probablemente para cualquiera que lo practique- el baloncesto es mucho más que un pasatiempo, más que un deporte, más que una forma de mantenerse sano. Tanto los niños como los adultos adoran este deporte por la alegría y la adrenalina que se siente al jugar, así como por el sentimiento de pertenencia, de compartir un objetivo común. Las intensas emociones y la filosofía asociada al juego hacen del baloncesto mi deporte favorito. Las cualidades, los valores y las lecciones aprendidas, así como las dificultades encontradas en la cancha, me han ayudado a crecer como persona.
En primer lugar, el baloncesto me ayudó a creer en mí mismo. Solía ser un adolescente muy tímido e incluso cobarde, siempre con miedo al fracaso. La primera vez que tuve el balón en mis manos, pensé que nunca sería capaz de regatear correctamente, y mucho menos de marcar un gol de campo. Pero sólo era un juego, era divertido y no me daba miedo. ¿Y adivina quién marca goles de campo ahora? A medida que practicaba y mejoraba mis habilidades, me sentía mucho más seguro de mí mismo: comprendía que era capaz de alcanzar mis objetivos si me esforzaba lo suficiente, y esto se reflejaba también en otras áreas de mi vida. Ahora tenía el valor de probar cosas nuevas, me intimidaba mucho menos la gente o las situaciones inesperadas, me sentía más fuerte, creía en mí misma.
En segundo lugar, el baloncesto tiene que ver con el trabajo en equipo y la buena comunicación. El juego me enseñó a jugar para el equipo, no para mí mismo: a saber cuándo pasar el balón a alguien con más posibilidades de anotar, o cuándo venir a ayudar a un compañero a salir de una situación de apuro. No importa lo buenos que sean los jugadores individualmente, si no se comunican y no pueden trabajar juntos adecuadamente, si juegan para sí mismos, el equipo perderá con toda seguridad.
En tercer lugar, creo que este deporte puede enseñarte mucho sobre quién es alguien realmente. Un solo partido rápido puede decir más sobre la vida de una persona de lo que cualquiera puede imaginar. En los primeros minutos en la cancha, puedes aprender sobre la voluntad, el afán, la individualidad, la percepción de uno mismo, el optimismo, el nivel de confianza, el altruismo, la confianza en los demás, y mucho, mucho más. Todo esto sin palabras – o no muchas, al menos.
Otra razón por la que me encanta este deporte es porque fomenta la unión. Tanto si ganamos como si perdemos, cada partido, cada sesión de entrenamiento me hace sentir cada vez más cerca de mis compañeros. Luchar por un mismo objetivo une a la gente, tanto si se consigue como si no. Ganar un partido nos unía en la alegría, tanto como la tristeza de perder nos unía. Incluso las inevitables peleas, una vez resueltas, me hacían sentir más cerca de los demás jugadores.
Por último, el baloncesto es un refugio acogedor cuando la vida se pone difícil. Aunque he crecido mucho, todavía me asustan muchas cosas, a veces me falta confianza en mí mismo: sigo siendo humano. Siempre que siento la necesidad de huir, recurro al baloncesto. Mientras juego, puedo apartar mi mente de las dificultades que estoy encontrando y puedo volver a creer en mí mismo. En la cancha, todo lo que necesito es a mí y a mi equipo, nada más; durante unas horas, lo único en lo que me concentro es en disfrutar del juego y divertirme.
El baloncesto es mi deporte favorito, pero definitivamente no es sólo un deporte. Te enseña mucho sobre ti mismo y sobre los demás, aumenta tu confianza en ti mismo y en los demás, te enseña la importancia del trabajo en equipo y de la comunicación, te ayuda a afrontar situaciones difíciles… te ayuda a crecer como persona, y por eso me encanta.
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