Deformidades faciales y su tratamiento
Incluso las deformidades faciales menores imponen una carga a la personalidad: el rostro es vital para la identificación del individuo. Los defectos de la forma facial no pueden ocultarse. El origen de la mayoría de las deformidades se encuentra en el esqueleto óseo. Pueden ser congénitas o adquiridas. En las deformidades congénitas, la forma, el tamaño y la función se alteran durante el curso del desarrollo, mientras que en las deformidades adquiridas se pierden partes de la cara a causa de una cirugía o un traumatismo. La oclusión siempre se ve afectada en las deformidades de los tercios central e inferior de la cara. Por el contrario, las alteraciones masivas de la oclusión repercuten en la forma facial. Las deformidades congénitas deben corregirse precozmente si la función también está alterada, pero a menudo es necesaria una corrección adicional una vez completado el crecimiento. Si sólo se ven afectadas las proporciones del esqueleto óseo de la cara, la deformidad se corrige una vez finalizado el crecimiento. La reconstrucción de la oclusión normal es esencial en la corrección de las deformidades faciales. El tejido que falta como resultado de una cirugía o un traumatismo se sustituye por injertos. Las alteraciones del desarrollo causadas por enfermedades locales (neoplasia u osteomielitis) que afectan a la cara constituyen una forma intermedia de deformidad. Estos defectos deben recibir únicamente una corrección funcional durante el crecimiento, no emprendiéndose la reconstrucción definitiva hasta que ésta sea completa.
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